martes, 11 de octubre de 2011

Un día te das cuenta, que siempre estaba ahí, que no lo podías ignorar, y que todo el tiempo que pasó desde ese momento, era perdido. Nunca lo admitiste, siempre te gustó, siempre fue tu gran debilidad. Y ahora que lo conseguiste admitir, ya no hay marcha atrás. Ya no puedes hacer nada para conseguirlo.








Los placeres violentos terminan en la violencia,
y tienen en su triunfo su propia muerte,
del mismo modo que se consumen el fuego y la pólvora,
en un beso, voraz.

Shakespeare.

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